jueves, 17 de marzo de 2016

El fin de los tiempos, Susan Ee



Título: El fin de los tiempos
Título original: End of days
Autor: Susan Ee
Género: Fantasía, juvenil, post apocalíptico 
Saga: Trilogía El fin de los tiempos #3
Editorial: Océano (Gran Travesía) 
Nº de páginas: 421
Precio: 15,95 €
ISBN: 9788494431043


Sinopsis:
Desesperada por revertir los terribles efectos de los ángeles les han infligido a ellos y a los que aman, Penryn y Raffe han conseguido escapar de sus perseguidores.
Al acecho de respuestas a este terrible Armagedón, una inesperada revelación en torno al pasado de Raffe desencadena una sombra que amenaza el futuro de la humanidad.
Cuando los ángeles liberan la pesadilla del apocalipsis en el mundo de los humanos, ambos bandos se encaran en una cruenta batalla por la supervivencia. Alianzas vienen y van, tácticas de guerra se planean una y otra vez, pero ¿elegirán Raffe y Penryn luchar cada uno por el futuro de su raza, o decidirán defender su amor imposible por encima de todo?


Opinión personal:

Advertencia: ¡No leáis esta reseña si no has leído el libro anterior!

El fin de los tiempos es el tercero y último libro de la trilogía El fin de los tiempos. Esta narrado por Penryn Young, la protagonista.

El libro empieza prácticamente donde lo dejo el otro, Raffe (mi Raffe, mi amor) estaba llevando a Penryn en sus brazos e iban junto con Paige, la hermana pequeña de Penryn, y sus langostas, que transportaban a Beliel.
Ahora Raffe ya tiene de nuevo sus alas, pero necesita que alguien que se las vuelva a poner, por eso necesitan encontrar a Doc. 


Este sería como el resumen más breve que puedo dar si sin spoilearos el libro.

Estoy fangirleando un montón, hacía mucho tiempo que lo quería en mis manos y cuando salio a la venta me fui directa a comprarlo, pero entre cosas de la universidad se me hacía imposible empezarlo, pero ahora que he podido reunir un poco de tiempo, lo he aprovechado para leerme este libro tan fantástico.

Desde el primer momento que se encontraron Penryn y Raffe, en el primer libro, me han hecho sufrir lo inimaginable, porque a ratos parecía que pudiesen estar juntos y olvidarse de la guerra postapocaliptica, pero en otro momento parecía imposible que estuvieran juntos.

Así que prácticamente cada momento que había entre ellos dos lo disfrutaba como nunca, son dos personajes que amo (sobretodo a Raffe) muchísimo. Todos los momentos que habido entre ellos me han encantado hasta la saciedad.

No puedo creer como Susan Ee, ha conseguido crear un mundo tan espectacular, cada escena que leía me transmitía muchos sentimientos, he llegado a sentir la angustia de Penryn en unas partes, que de verdad son horribles y por esa misma razón El fin de los tiempos me tienen totalmente fascinada. 

Los hermanos Dee y Dum, como no han estado allí para hacerme reír con sus idioteces y también se puede notar, quizás no mucho la evolución que se ha dado en Paige. Su madre... bueno su madre sigue igual...

Se que dicho que en los anteriores libros hay mucha acción, pero este se supera, es una escena tras otra, pero no llega a saturarte, es más hace que no quieras parar de leer. Sobretodo en el final, me ha encantado, no me lo esperaba para nada, creo que por ser un libro con el tema postapocaliptico, Susan Ee ha logrado hacer un mundo muy creíble, porque hay partes donde de verdad se nota la violencia que hay por sobrevivir y por la venganza. 

Os recomiendo muchísimo este libro y toda la trilogía en sí, no os arrepentiréis, hay una sorpresa tras otra, nervios... hay muchísimas emociones. 

Definitivamente la trilogía de El fin de los tiempos, se ha convertido en una de mis favoritas.

PUNTUACIÓN:

martes, 15 de marzo de 2016

Percy Jackson y el ladrón del rayo, Rick Riordan



Título: Percy Jackson y El Ladrón del Rayo
Título original: Percy Jackson and the Olympians: The Lightning Thief
Autor: Rick Riordan
Género: Juvenil, mitología griega, fantasía
Saga: Saga Percy Jackson y Los Dioses del Olimpo #1
Editorial: Salamandra
Nº de páginas: 285
Precio: 12,50 €
ISBN: 978-84-9838-626-4


Sinopsis:
¿Qué pasaría si un día descubrieras que, en realidad, eres hijo de un dios griego que debe cumplir una misión secreta? Pues eso es lo que le sucede a Percy Jackson, que a partir de ese momento se dispone a vivir los acontecimientos más emocionantes de su vida. Expulsado de seis colegios, Percy padece dislexia y dificultades para concentrarse, o al menos ésa es la versión oficial. Objeto de burlas por inventarse historias fantásticas, ni siquiera él mismo acaba de creérselas hasta el día que los dioses del Olimpio le revelan la verdad: Percy es nada menos que un semidiós, es decir, el hijo de un dios y una mortal. Y como tal ha de descubrir quién ha robado el rayo de Zeus y así evitar que estalle una guerra entre los dioses. Para cumplir la misión contará con la ayuda de sus amigos Grover, un joven sátiro, y Annabeth, hija de Atenea.


Opinión personal:
Percy Jackson y el ladrón del rayo es el primer libro de la Saga Percy Jackson y Los Dioses del Olimpo, es narrado por el protagonista Percy Jackson.

Antes de empezar quiero decir, que siento mucho a ver tardado tanto en tener lista la reseña, pero entre exámenes que al final se harán más tardes y entre entregar trabajos, se me ha hecho imposible leérmelo y mira que es cortito. 
Pero el problema no es solo eso, el otro problema es que yo vi la película antes de leer el libro ¡ERROR IMPERDONABLE! ¿Razones?
Muy sencillas, en la película la acción pasa más rápido y si no recuerdo mal, en el libro lo interesante de empieza por la pagina cien, así que al principio costo engancharme. 

¿Con eso quiero decir que me gusto más la película que el libro? No. La película estuvo bien cuando la mire, ya que no tenía ni idea del mundo de Percy Jackson, así que cuando vi comentarios de personas que si se habían leído los libros, decían que no les gustaba no le entendí. Pero tranquilos, ahora os comprendo.

Prácticamente han cogido cuatro ideas del libro y han hecho la película, todos los fandoms cuando nos enteremos que harán película o serie de nuestros libros favoritos, siempre tenemos miedo de eso, y por mala suerte al fandom de Percy Jackson es lo que les ha pasado. Pero si te lo miras por el lado bueno, si has hecho igual que yo, al leerte el libro te llevarás más sorpresas. Así que no os echéis para atrás por haber visto película.

Hablando más del libro en sí, debo decir que no me ha encantado, pero tampoco me ha disgustado. Pero todo esto seguro que me ha pasado al ver antes la película. espero que no pase lo mismo con el segundo libro, ya que estoy decidida a leerme esta saga.

Por ejemplo un cambio que he notado mucho es en Percy, en la película es mucho más arrogante, en cambio en el libro no, así que prácticamente he tenido que eliminar la idea previa que tenía de él y hacer otra nueva. Esto me despisto un poco.

También, en el libro se nota que entre Percy y Annabeth hay algo que no va bien, pero por parte de Annabeth, que no os voy a decir la razón porque sería spoiler.

Ya se que no hecho un resumen previo como siempre hago al empezar reseñas, seguramente esto también pasará en el siguiente libro de esta saga, ya que se me esta haciendo difícil separar las ideas de la película y el libro, y todo esto es más dificultoso cuando ha pasado tanto desde que empecé el libro.

Pero antes de concluir esta reseña un poco rara, quiero decir que RECOMIENDO LEEROS EL LIBRO, y si lo pongo en mayúsculas para que quede claro. Tengo mucha curiosidad por como se irá desarrollando este mundo, ya que se nota que de verdad solo esto ha hecho más que empezar, creo de verdad que me pueden a llegar a gustar mucho estos libros.

PUNTUACIÓN:

sábado, 12 de marzo de 2016

Primer capítulo de Lady Midnight en español

¡Hola!
Está es manera de pedir disculpas por haber sido un fantasma por aquí y seguramente aún durará un poco esto... Lo siento. Justamente por eso y porque Cazadores de Sombras es mi saga favorita, he decidido traducir el primer capítulo de la nueva trilogía The Dark Artifices. 

He estado mucho tiempo traduciendo porque quería quedará bien. ¡Y ahora sin más demora aquí tenéis el primer capítulo en español de Lady Midnight!

Todo el contenido pertenece a Cassandra Clare, la autora, lo único que he hecho ha sido traducirlo para que las personas que les cueste más el inglés puedan disfrutarlo también.


1

Un sepulcro en este reino

“Simplemente no está funcionando,” dijo Emma. “La relación, quiero decir.”

Ruidos desconsolados se escuchaban al otro lado del teléfono. Emma apenas podía descifrarlos – la cobertura no era particularmente buena en el tejado de Sepulchre Bar. Se paseó por el borde del tejado, mirando a bajo, al patio central. Los árboles jacaranda tenían a su alrededor luces eléctricas y las mesas y sillas ultramodernas y elegantes estaban dispuestas en el jardín. Hombres y mujeres jóvenes, también ultramodernos y elegantes estaban presentes, en sus manos tenían copas de vino brillando como burbujas claras de rojo, blanco y rosa. Alguien había alquilado el lugar para una fiesta privada: Un cartel de cumpleaños de lentejuelas colgaba entre dos árboles, y los camareros se abrían paso entre la multitud, llevando bandejas con aperitivos. 

Había algo en esa escena glamorosa que hacía querer a Emma destruirla, pateando algunas tejas o haciendo un salto mortal hacia la multitud. La Clave la encerraría por un largo tiempo por este tipo de comportamiento. Los mundanos nunca debían ver a los cazadores de sombras. Aunque si Emma bajaba al patio, ninguno de los asistentes la vería. Estaba cubierta con las runas de glamur, hechas por Cristina, la hacían invisible a cualquier persona si esta no tenía la visión.

Emma suspiró y se coloco de vuelta el teléfono en la oreja. “Muy bien, nuestra relación,” dijo ella. “Nuestra relación no está funcionando”.

“Emma,” Cristina silbó ruidosamente detrás de ella. Emma se giró, sus botas estaban equilibras en el borde del tejado. Cristina estaba sentada en la pendiente de guijarros detrás de ella, puliendo un cuchillo con una tela de color azul pálido. La tela hacía juego con las bandas que sujetaban su cabello oscuro. Todo a lo que se refería Cristina era ordenado y elegante – ella se las arreglo para lucir lo más profesional en su traje de combate negro, la mayoría no podía hacerlo. Su medallón de oro, de la buena suerte brillaba en el hueco de su garganta y el anillo de su familia, con un patrón de rosas de la familia Rosales, relucía en su mano mientras colocaba el cuchillo envuelto en la tela a su lado. “Emma, recuerda. Usa tu yo para las declaraciones.”

Cameron seguía gimoteando al otro lado del teléfono, acerca de reunirse para hablar, Emma sabía que no serviría para nada. Se concentró en la escena de abajo – ¿Había una sombra deslizándose entre la multitud o se lo estaba imaginando? Tal vez era una ilusión. Johnny Rook por lo general era fiable, y parecía muy seguro acerca de esta noche, pero Emma odiaba prepararse y estar llena de anticipación solo para descubrir que no habría ninguna lucha para desahogarse.

“Esto es acerca de mi, no de ti,” le dijo al teléfono. Cristina levantó su dedo pulgar, alentándola. “Estoy harta de ti.” Ella sonrió abiertamente mientras Cristina se cubría la cara con las manos. “¿Así que tal vez podríamos quedar como amigos?”

Hubo un clic cuando Cameron colgó. Emma metió en el teléfono en el cinturón y examinó de nuevo la multitud. Nada. Molesta, trepo la pendiente del tejado para sentarse al lado de Cristina. “Bueno, esto podría haber ido mejor,” dijo ella.

“¿En serio?” Cristina retiro las manos de su cara. “¿Qué pasó?”

“No lo sé.” Emma suspiró y alcanzó su estela, el instrumento hecho de adamas utilizado por los cazadores de sombras para dibujar las runas en la piel, para poder protegerse. El mango tallado de hueso de demonio fue un regalo de Jace Herondale, el primer amor de Emma. La mayoría de cazadores de sombras tuvieron muchas estelas como los mundanos también lo hacían con los lápices, pero esta era especial para Emma por eso la guardaba cuidadosamente al igual que su espada. “Siempre pasa. Todo está bien y, entonces me despierto una mañana y solo el sonido de su voz me pone enferma.” Miro a Cristina con culpabilidad. “Lo he intentado,” añadió. “¡Espere semanas! Tenía la esperanza de que mejorase. Pero no fue así.”

Cristina acarició su brazo. “Lo sé, cuata,” dijo ella. “Simplemente no eres muy buena teniendo…”

“¿Tacto?” sugirió Emma. El inglés de Cristina estaba casi sin acento, y Emma a menudo olvidaba que no era su lengua materna. Por otra parte, Cristina hablaba siete idiomas, aunque su idioma nativo era el español. Emma hablaba inglés y algo de español, griego y latín, podía leer tres idiomas de los demonios,  y jurar en cinco.

“Iba a decir que no eres muy buena en las relaciones,” dijo Cristina. Sus ojos marrones oscuros brillaban. “Solo he estado aquí dos meses y se te han olvidado las tres citas con Cameron, su cumpleaños y ahora lo dejaste porque era una noche tranquila de patrullaje.”

“Él siempre quería jugar a los  videojuegos,” dijo Emma. “Odio los videojuegos.”

“Nadie es perfecto, Emma.”

“Pero algunas personas están hechas el uno por el otro ¿No crees que eso verdadero?”

Una expresión extraña cruzo el rostro de Cristina, desapareció tan rápido que Emma pensó que se lo había imaginado. A veces Emma debía recordarse que por muy cercana que se sintiera con Cristina, no la conocía – no la conocía como conocía a Jules, como cuando conocías a alguien desde pequeños. Que le pudo haber pasado a Cristina en México – que la había enviado a Los Ángeles lejos de su familia y amigos – era algo que nunca se lo había comentado a Emma.

“Bueno,” dijo Cristina, “al menos eres lo suficientemente inteligente para traerme como apoyo moral para superar este momento difícil.”

Emma empujó a Cristina con su estela. “Yo no estaba pensando dejar a Cameron. Nosotras estábamos aquí, y él llamó, y su cara apareció en mi teléfono – bueno, en realidad salía la foto de una llama, ya que no tengo ninguna foto de él, así que use la foto de la llama – y la llama me enfado, simplemente no pude evitarlo.”

“Mal momento para ser una llama.”

“¿En realidad hay un buen momento para eso?” Emma dio la vuelta a la estela y empezó a dibujarse la runa de  Sure-footedness sobre su brazo. Ella estaba orgullosa de tener un buen equilibrio sin las runas, pero al estar encima de un tejado era mejor asegurarse.

Pensó en Julian, estaba muy lejos, en Inglaterra, sintió un pinchazo en el corazón. Él estaría satisfecho con ella, al ser cuidadosa. Habría dicho algo gracioso, cariñoso y autocritico. Lo echaba de menos terriblemente, suponía que sentía eso porque era su parabatai, unidos por la magia y también por la amistad.

Ella echaba de menos a todos los Blackthorns. Emma creció jugando con Julian, sus hermanas y hermanos, vivía con ellos desde que tenía doce años – desde que ella perdió sus padres, y Julian, cuya madre ya había muerto, había perdido a su padre. Había pasado de ser hija única a estar con una familia numerosa, ruidosa y cariñosa. La convivencia no siempre había sido fácil, pero Emma los adoraba, desde a la tímida Drusilla hasta Tiberius, que amaba las historias de detectives. Se habían ido al comienzo del verano para visitar a su tía abuela en Sussex – la familia Blackthorn era de origen británico. Julian le había explicado que Marjorie estaba cerca de tener un centenar de años y podría morir en cualquier momento; tuvieron que visitarla. Era una exigencia moral.

Habían pasado dos meses desde que se habían ido, todos ellos, excepto su tío, el director del Instituto. Emma había sufrido un shock grave. El Instituto había pasado de tener mucho ruido a estar en silencio. Lo peor de todo había sido cuando Julian se había ido, Emma sentía un malestar constante, un dolor en el pecho.

Salir con Cameron no la había ayudado, pero la llegada de Cristina si lo había hecho. Era costumbre que los cazadores de sombras que tenían dieciocho años visitarán Institutos extranjeros y aprendieran sus costumbres. Cristina había llegado a Los Ángeles desde la Ciudad de México – no había nada de extraño en eso, pero se sentía como si ella estuviera huyendo de algo.  Emma por su parte estaba huyendo de la soledad. Ella y Emma y habían corrido directamente la una a la otra, y se hicieron mejores amigas, más rápido de lo que hubiera creído posible Emma.

“Diana estará contenta de que dejases a Cameron, al menos,” dijo Cristina. “No pienso que le gustase.”

Diana Wrayburn fue la tutora de la familia Blackthorn. Ella era extremadamente inteligente, extremadamente severa y extremadamente aburrida para hacer que Emma se durmiese en medio de la clase, porque la noche anterior había salido fuera.

“Diana piensa que todas las relaciones son una distracción para el estudio,” dijo Emma. “¿Por qué tener citas cuando puedes aprender una lengua demoníaca? Ya sabes ¿Quién no quiere saber decir «Ven aquí conmigo» en Purgatic?”

Cristina se rió. “Suenas igual que Jamie. Él odia estudiar.” Emma presto atención: Cristina raramente hablaba de sus amigos o de su familia de la Ciudad de México que había dejado atrás. Ella sabía que el tío de Cristina había dirigido el Instituto de México hasta que murió en la Guerra Oscura y su madre entonces, tomó el control. También sabía que su padre había muerto cuando ella era pequeña. Pero no sabía más. “Pero no Diego. Él lo amaba. Hacía trabajos extras por diversión.”

“¿Diego? ¿El chico perfecto? ¿Él único que tu madre quiere?” Emma deslizó la estela por su piel, la runa Farsight tomaba forma en su antebrazo. Las mangas del traje eran esta el codo, la piel estaba marcada por runas de hacía tiempo.

Cristina se acerca y cogió la estela de Emma. “Aquí. Déjame hacer esto.” Continúo dibujando la runa. Cristina tenía destreza al dibujar  las runas, eran cuidadosas y precisas. “No quiero hablar de Diego el Perfecto,” dijo Cristina. “Mi madre ya habla suficiente de él ¿Puedo preguntarte una cosa?”

Emma asintió. La presión de la estela en su piel era familiar, casi agradable.

“Sé que querías venir aquí porque Johnny Rook dijo que se habían encontrado cuerpos con escrituras en ellos,  y él piensa que uno aparecerá aquí, esta noche.”

“Correcto.”

“Y se qué esperas que las escrituras sean las mismas que habían en los cuerpos de tus padres.”

Emma se tensó. No pudo evitarlo. Cualquier mención del asesinato de sus padres dolía como si hubiera pasado ayer. Incluso cuando la persona que preguntaba era la amable Cristina. “Sí.”

“La Clave dijo que Sebastian Morgenstern asesinó a tus padres,” dijo Cristina. “Eso es lo que me dijo Diana. Eso es lo que ellos creen. Pero tú no lo haces.”

La Clave. Emma miró la noche que hacía en Los Ángeles, una brillante explosión de electricidad que se extendía en el horizonte, eran filas y filas de vallas publicitarias que se alineaban en Sunset Boulevard. Había sido una palabra inofensiva «Clave», cuando la aprendió por primera vez. La Clave era simplemente el gobierno de los nefilims, compuesta por cazadores de sombras activos y mayores de dieciocho años.

En la teoría cada cazador de sombras tenía un voto y una voz igual. Pero en la hora de la verdad, algunos cazadores de sombras eran más influyentes que otros: Al igual que cualquier partido político, la Clave tiene su corrupción y sus prejuicios. Para los nefilims esto quería decir que había un código de honor escrito y unas reglas que todos los cazadores de sombras tenían que respetar y si no era así, tenían que afrontar las graves consecuencias.

La Clave tenía un lema: La ley es dura, pero es la ley. Cada cazador de sombra sabía lo que significaba. Las reglas de la Ley de la Clave debían acatarse sin importar lo difícil o doloroso que pudiese ser. La ley anula todo lo demás – la necesidad personal, el dolor, la pérdida, la injusticia, la traición. Cuando la Clave le dijo a Emma que tenía que aceptar que sus padres habían sido asesinados en la Guerra Oscura, ella debía asumirlo.

Pero no lo hizo.

“No,” dijo Emma lentamente. “No lo creo.”

Cristina se sentó, inmóvil, con la estela en la mano, la runa estaba sin terminar. Las adamas brillaban a la luz de la luna. “¿Podrías decirme por qué?”

“Sebastian Morgenstern estaba creando un ejército,” dijo Emma, todavía mirando el mar de luces. “Tomó a cazadores de sombras y los convirtió en monstruos para que le sirvieran. Él no marcó ningún cuerpo con escrituras de demonio y luego los arrojó al mar. Cuando los nefilims trataron de recoger los cuerpos de mis padres, se disolvieron. Esto no le paso a ninguna víctima de Sebastian.” Ella movió el dedo a lo largo de una teja. “Y – es un presentimiento. No es solo un presentimiento pasajero. Es algo que siempre he creído. Creo que cada día más. Creo también que las muertes de mis padres fueron diferentes. Usaron a Sebastian para encubrir el caso de mis padres.” Se interrumpió con un suspiro. “Lo siento, estoy divagando. Esto probablemente no sea nada. Así que no te preocupes.”  

“Estoy preocupada por ti,” dijo Cristina, volvió a colocar la estela y termino la runa si decir nada más. Era algo que le gustaba de Cristina desde el momento en que la había conocido – nunca presionaba.

Emma echó un vistazo al trabajo que había realizado, mientras Cristina se sentaba. La runa Farsight era clara y limpia en el brazo de Emma. “La única persona que sé que dibuja las runas mejores que tú es Julian,” dijo ella. “Pero él es un artista –”

“Julian, Julian, Julian,” Cristina repitió con voz burlona. “Julian es pintor, Julian es un genio, Julian sabrá cómo solucionar este problema, Julian podría construir esto. Sabes, las siete semanas pasadas he escuchado un montón de cosas maravillosas de él, estoy empezando a preocuparme si cuando lo vaya a conocer me enamoraré de él inmediatamente.”

Emma sacudió sus manos arenosas cuidadosamente por sus piernas. Se sintió inquieta, con una picazón y tensa. No era nada importante, se dijo. Sentía como si quisiera salir de su piel. “No creo que él sea tu tipo,” dijo ella. “Pero es mi parabatai, así que no soy objetiva.”

Cristina le devolvió la estela a Emma. “Siempre he querido un parabatai,” dijo con cierta melancolía. “Alguien que ha jurado protegerme y vigilar mi espalda. Un mejor amigo para siempre, para toda la vida.”

Un mejor amigo para siempre, para toda la vida. Cuando los padres de Emma murieron, ella luchó por quedarse con los Blackthorns. En parte porque había perdido a todos sus familiares, y no quería empezar de nuevo y la otra parte era porque quería quedarse en Los Ángeles para investigar la muerte de sus padres.

Podría haber sido una situación incómoda, al ser la única Carstairs viviendo con los Blackthorns. Pero nunca lo fue, porque tenía a Jules. Ser parabatai era mucho más que una amistad, mucho más que tener una familia, era un vínculo que los unía, con fuerza, la manera en que los cazadores de sombras se respetaban y reconocían, era la misma unión entre un esposo y una esposa.

Nadie podía separar a los parabatai. Nadie se atrevería a intentarlo: los parabatai eran más fuertes juntos. Luchan juntos como si se leyeran la mente mutuamente. Una runa dibujada por tu parabatai era diez veces más poderosa que una runa dibujada por alguien más. Con frecuencia, las cenizas de los parabatai se enterraban en la misma tumba para que así nunca se separaran, incluso después de la muerte.

No todos tenían un parabatai; de hecho, era raro. Era un compromiso de por vida. Jurabas permanecer al lado de la otra persona, protegerlo, ir a donde él fuera, considerar su familia tu familia. Las palabras del juramente eran de la Biblia: A donde tú vayas, yo iré; tu gente será mi gente; donde tú mueras yo moriré, y allí seré sepultado.

Si había una traducción  para esta palabra en el inglés mundano, Emma pensó que podría ser «alma gemela.» Una alma gemela platónica. No se permitía una relación amorosa con tu parabatai. Como otras cosas, esta era ilegal. Emma nunca había sabido porque – no tenía ningún sentido – pero muchas leyes no las tenían. No había ninguna razón para que la Clave exiliaría y abandonará a los medios hermanos de Julian, Helen y Mark, solo porque su madre fuera un hada. Pero esto había pasado cuando habían creado la Paz Fría.

Emma se puso de pie, deslizó su estela en el cinturón de armas. “Bueno, los Blackthorns regresan pasado mañana. Así que conocerás a Jules.” Ella se movió hacía al borde del tejado, se oyó las botas deslizándose por las tejas, eso quería decir que Cristina estaba detrás de ella. “¿Ves algo?”

“Tal vez no hay nada que hacer.” Cristina se encogió de hombros. “Quizás es sólo una fiesta.”

“Johnny Rook estaba seguro,” murmuró Emma.

“¿No te prohibió Diana específicamente verlo?”

“Me dijo que debía dejar de verlo,” admitió Emma. “Incluso podría haberle llamado «un criminal que comete un crimen,» cosa que me parece bastante dura, pero ella no dijo que no podía ir al Mercado de la Sombra.”

“Porque todo el mundo sabe que los cazadores de sombras no deben ir al Mercado de la Sombra.”

Emma hizo caso omiso. “Sólo me encontré con Rook, en el Mercado, él dejo caer cierta información mientras hablábamos y yo accidentalmente deje caer algunas monedas ¿A eso se le puede llamar «pagar para obtener información»? Solamente somos dos amigos, uno descuidado al hablar de chismes y otra descuidada con su dinero.”

“Ese no el espíritu de la Ley, Emma ¿Recuerdas? La Ley es dura, pero es la ley.

“Pensaba que era «la Ley es molesta, pero también es flexible.»”

“Ese no es el lema. Y Diana va a matarte.”

“No si resolvemos los asesinatos. Los fines justifican los medios. Y si no pasa nada, ella nunca debería saberlo ¿Verdad?”

Cristina no dijo nada.

“¿Verdad…?” dijo Emma.

Cristina tomó aire. “¿Lo ves?” señalo ella.

Emma lo vio. Vio al hombre alto, guapo y de pelo liso, tenía la piel pálida y ropa cuidadosamente arreglada, se movía entre la multitud.  Mientras caminaba, hombres y mujeres se giraban a verlo, con caras fascinadas y flojas.

“Hay un glamur en él,” dijo Cristina. Emma levantó una ceja. El glamur era una ilusión mágica, usada por los subterráneos para esconderse de los mundanos. Los cazadores de sombras tienen acceso a las marcas, que tienen el mismo efecto, aunque no lo consideraban magia. La magia era el negocio de los brujos; las runas eran unos dones dados por el Ángel. “La cuestión es, ¿vampiro o hada?”

Emma vaciló. El hombre se acercó a una mujer joven que llevaba unos tacones altísimos y una copa de champan en la mano. La cara de ella era delicada y blanca. Asintió agradablemente, alzó los brazos y se quito el collar de oro que llevaba. Lo dejó caer en la mano extendida del hombre, una sonrisa se deslizó cuando se lo guardo en el bolsillo.

“Hada,” dijo Emma, alcanzando el cinturón de armas. Las hadas complicaban la situación. De acuerdo con la Ley de la Paz Fría, un cazador de sombras menor de edad no debía tener contacto con las hadas. Las hadas estaban fueran del límite, eran los marginados entre los subterráneos, desde la Paz Fría, se les habían quitado sus derechos, sus ejércitos y sus posesiones. Sus tierras más antiguas ya no se consideraban suyas, y ahora los subterráneos se peleaban para reclamarlas. Tratar de calmar estas batallas mantenía ocupados a los adultos del Instituto de Los Ángeles. La edad de Emma no le permitía tratar directamente con las hadas.

En teoría.

La Ley es molesta, pero también es flexible. Emma sacó una pequeña bolsa, atada en la parte superior de su cinturón. Ella comenzó a abrirla mientras el hada se alejaba de la mujer, sonriendo a un hombre delgado que vestía una chaqueta negra, voluntariamente este, entrego sus gemelos brillantes. El hada estaba de pie casi por debajo de Cristina y Emma. “Los vampiros no se preocupan por el oro, pero los seres mágicos rinden homenaje a sus reyes y reinas con oro, gemas y otros tesoros.”

“He oído que la Corte Unseelie les rinde homenaje con sangre,” dijo Cristina seriamente.

“No esta noche,” dijo Emma, agito la bolsa que tenía en la mano y vertió el contenido encima de la cabeza del hada.

Cristina jadeó de horror mientras el hada emitía un grito ronco, su glamur estaba desapareciendo como si él fuera una serpiente mudando la piel.

Un coro de chillidos se formó en la multitud, cuando la verdadera apariencia del hada fue revelada. Los cuernos retorcidos crecían en su cabeza como si fueran ramas, su piel era verde oscuro como el musgo y el moho, agrietado por todas partes como la corteza de un árbol. Sus manos eran garras en forma de espátula, tenía tres dedos.

“Emma,” advirtió Cristina. “Debemos detener esto ahora – llama a los Hermanos Silenciosos –”

Pero Emma ya había saltado.

Por un momento sentía como si no pesara nada mientras iba cayendo. Entonces sus pies golpearon el suelo, cayó con las rodillas dobladas, como le habían enseñado. Recordó como las primeras veces que había saltado desde grandes alturas, escuchaba el chasquido mientras caía con torpeza, tenía que pasar un tiempo para sanar y así volver a intentarlo.

Ahora ya no. Emma se enderezo delante del hada y la multitud que huía. Su desagrado relucía en su cara que se asemejaba a la corteza, tenía los ojos amarillos como los de un gato. “Cazadora de sombras” siseo él.

Los invitados seguían huyendo del patio para llegar a las puertas, que los conducirían al aparcamiento. Ninguno de ellos podían ver a Emma, pero sus instintos los controlaban, pasaban alrededor de ella, como el agua que rodeaba los pilares de los puentes.

Emma estiro el brazo detrás de su hombro y cerro la mano en la empuñadura de su espada, Cortana. La hoja de oro se difumino por el movimiento, ahora estaba apuntando al hada. “No,” dijo ella. “Soy una candygram. Esto es mi disfraz.”

El hada lucía desconcertado.

Emma suspiró. “Es tan difícil ser insolente con los seres mágicos. Tu gente nunca coge las bromas.”

“Somos conocidos por nuestros chistes, bromas y baladas,” dijo el hada, claramente ofendido. “Algunas de nuestras baladas duran semanas.”

“No tengo tiempo para eso,” dijo Emma. “Soy una cazadora de sombras. Sarcasmo rápido, morir joven.” Movió la punta de Cortana con impaciencia. “Ahora, vacía tus bolsillos.”

“No he hecho nada para romper la Paz Fría,” dijo el hada.

Técnicamente cierto, pero nosotros no vemos con buenos ojos robar a los mundanos,” dijo Emma. “Vacía tus bolsillos o voy a romperte uno de tus cuernos y te lo voy meter por donde nunca sale el sol.”

 El hada parecía desconcertado. “¿Qué lugar es ese? ¿Es un acertijo?”

Emma dio un suspiro frustrada y levantó a Cortana. “Vacíalos o empezaré a despellejarte. Mi novio y yo hemos roto, y no estoy de muy buen humor.”

El hada empezó a vaciar sus bolsillos, mirándola todo el tiempo. “Así que estás soltera,” dijo él. “Nunca lo hubiera adivinado.”

Un jadeo se escuchó desde arriba. “Eso es grosero,” dijo Cristina, inclinada desde el borde del tejado.

“Gracias, Cristina,” dijo Emma. “Eso fue un golpe bajo. Y para tu información, chico hada, yo he roto con él.”

El hada se encogió de hombros. Era un encogimiento de hombros bastante expresivo, transmitía las varias formas de lo poco que le importaba eso.

“Aún no sé porque rompiste con él,” dijo Cristina. “Era simpático.”

Emma puso los ojos en blanco. El hada seguía sacando cosas – pendientes, carteras de cuero caras, anillos de diamantes que caían al suelo reluciendo. Emma se preparó. En realidad no le importaban las joyas o lo que hubiese robado. Ella buscaba armas, libros de hechizos, cualquier señal de magia negra que pudiese asociar con las marcas de sus padres. “Los Ashdowns y los Carstairs no se llevan bien,” dijo ella. “Es un hecho conocido.”

El hada se quedó quieto. “Carstairs,” escupió, sus ojos amarillos se centraron en Emma. “¿Eres tu Emma Carstairs?”

Emma parpadeó, confundida. Levantó la vista. Cristina había desaparecido del borde del tejado. “Realmente no creo que nos conozcamos. Recordaría haber hablado con un árbol.”

“¿De verdad?” Las manos de espátula se movieron alrededor del hada. “Esperaba un trato más cortés ¿O es que tú y tus amigos del Instituto habéis olvidado rápidamente a Mark Blackthorn?”

“¿Mark?” Emma se congeló, incapaz de controlarse. En ese momento, algo brillante se precipitó en su cara. El hada le había lanzado un collar de diamantes. Se agachó, pero el filo del colgante le alcanzo la mejilla. Sentía un dolor punzante y la calidez de la sangre.

Se sentó de golpe, pero el hada ya se había ido. Juró, limpiando la sangre. “¡Emma!” era Cristina, quién había estado en el tejado y ahora estaba en una puerta de barrotes de la pared. Una salida de emergencia. “¡Pasó por aquí!”

Emma corrió hacia ella y juntas abrieron la puerta de una patada, la puerta cayó en el callejón de detrás del bar. Estaba muy oscuro; alguien había roto las luces. Empujó los contenedores de la basura contra la pared, apestaban a comida podrida y a alcohol. Emma sentía como la runa Farsight se consumía, al final del callejón vio al hada girando a la izquierda.

Salió detrás de él, con Cristina a su lado. Había pasado mucho tiempo corriendo con Julian que tenía cierta dificultad para ajustarse al ritmo de otra persona; siguió corriendo sin detenerse. El hada era muy rápido, muchísimo. Ella y Cristina doblaron la esquina, el callejón se estrechaba. El hada había empujado dos contenedores para bloquearles el camino. Emma saltó hacia arriba, encima de los contenedores y los usó para impulsarse, las botas sonaron contra el metal.

Cayó hacía delante y aterrizó sobre algo blando. Tela rasguñada por unas uñas. Ropa. Ropa encima de un cuerpo humano. Ropa húmeda. El hedor de agua del mar en putrefacción estaba en todas partes. Miro hacia abajo, al rostro muerto e hinchado.

Emma se aguantó el grito. Un momento después se escuchó un sonido metálico y Cristina se dejo caer a su lado. Emma escuchó a su amiga soltar una exclamación en español. Entonces Cristina la rodeo con los brazos, alejándola del cuerpo. Ella aterrizó encima del asfalto con torpeza, sin poder dejar de mirar.

El cuerpo era humano sin dudar. Un hombre de mediana edad, con hombros caídos y pelo gris llevándolo como una melena de león. Tenía manchas negras y rojas de quemadura en su piel, las burbujas indicaban donde estaban las peores quemaduras.

Su camisa gris estaba rasgada y abierta, mostrando el pecho y los brazos, tenía unas runas negras, pero no eran las runas de los cazadores de sombras, eran escrituras demoníacas.

Estas runas Emma las conocía como la palma de su mano. Las había estado mirando obsesivamente en unas fotografías durante cinco años. Eran las marcas que la Clave había encontrado en sus padres asesinados.


“¿Estás bien?” preguntó Cristina. Emma estaba apoyada en la pared del callejón – que olía a pintura de espray – de vigas deslumbrantes, mirando el cadáver del mundano con los Hermanos Silenciosos rodeándolo.

Lo primero que había hecho Emma al volver en sí, había sido llamar a Diana y a los Hermanos Silenciosos. Ahora se cuestionaba lo que había hecho. Los Hermanos Silenciosos habían llegado lo más rápido posible y fueron a ver el cuerpo, se giraban a hablar con sus voces sin sonido mientras registraban, examinaban y tomaban notas. Habían puesto las salvaguardas para poder trabajar con el cuerpo antes de que llegara la policía mundana, pero – delicadamente, con firmeza que requería un ligero uso de la fuerza telepática – impedían que Emma viera cualquier parte del cuerpo.

“Estoy furiosa,” dijo Emma. “Tengo que ver esas marcas. Tengo que tomar fotos de ellas. Mis padres fueron asesinados. Eso a los Hermanos Silenciosos no les importa. Solo he conocido a un Hermano Silencioso decente y ahora ya no lo es.”

Cristina abrió los ojos. De alguna manera con todo esto se las había arreglado para mantener su traje limpio, parecer fresca y tener las mejillas sonrosadas. Emma se imaginaba con el pelo desordenado y su traje sucio del callejón, se vería como un espanto. “No pensé que se podía dejar de serlo.”

Los Hermanos Silenciosos eran cazadores de sombras que se habían retirado del mundo como los monjes y se dedicaban a estudiar y a la curación. Vivían en la Ciudad Silenciosa, cavernas subterráneas donde la mayoría de los cazadores de sombras murtos estaban enterrados. Las terribles cicatrices que tenían en la piel, eran el resultado de aplicarse las runas más poderosas, incluso más que las de los cazadores de sombras, pero estas runas los hacían casi inmortales. Ellos servían como consejeros, archiveros y sanadores – y también ejercían poder en la Espada Mortal.  

Ellos realizaron la ceremonia de parabatai de Emma y Julian. También estaban presentes en las bodas, en el nacimiento de los niños nefilims y cuando morían. Cada evento importante de la vida de los cazadores de sombras estaba marcado por la aparición de los Hermanos Silenciosos.

Emma pensó en el Hermano Silencioso que le había caído bien. Lo echaba de menos, a veces.

El callejón de repente se iluminó como si fuera de día. Parpadeando, Emma se dio la vuelta para ver una furgoneta familiar en la entrada del callejón. La furgoneta se detuvo, con las luces encendidas y Diana Wrayburn salió del asiento del conductor.

Cuando Diana había llegado como tutora de los niños, en el Instituto de Los Ángeles, Emma había pensado que era la mujer más guapa que había visto alguna vez. Era alta y elegante, con tatuaje del pez koi plateado, destacaba en su piel oscura del pómulo. Sus ojos eran castaños con manchas de color verdes y en este momento destellaban enfadados. Llevaba un vestido negro hasta los tobillos, caía alrededor de su cuerpo en pliegues elegantes. Parecía una diosa romana peligrosa de la caza.

“¡Emma! ¡Cristina!” Corrió hacia ellas. “¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien?”

Por un momento, Emma se permitió disfrutar del fuerte abrazo. Diana siempre había sido demasiado joven para que Emma pensara en ella como su madre, pero si tal vez como si hermana mayor. Alguien que la protegía. Diana la soltó y abrazo a Cristina, esta se sobresaltó. Emma sospechaba que Cristina no recibía muchos abrazos en su casa. “¿Qué ha pasado? ¿Por qué están perforando con la mirada al Hermano Enoch?”

“Estábamos patrullando –” empezó Emma.

“Vimos a un hada robando a los humanos,” añadió rápidamente Cristina.

“Sí, y lo detuve y le dije que vaciará sus bolsillos –”

“¿Un hada?” Una mirada de inquietud apareció en la cara de Diana. “Emma, sabes que no puedes enfrentarte a los seres mágicos, incluso cuando Cristina está contigo –”

“He luchado con hadas antes,” dijo Emma. Y era verdad. Tanto ella como Diana habían luchado en la ciudad de los cazadores de sombras, Alicante, cuando las fuerzas de Sebastian habían atacado. Las calles habían estado llenas de hadas guerreras. Los adultos habían cogido a los niños y los habían encerrado al Salón de los Acuerdos, un lugar en el que debían de estar seguros.  Pero las hadas habían roto las cerraduras…

Diana había estado allí, atacando a diestra a siniestra con la espalda. Salvando a docenas de niños. Emma había sido uno de esos niños. Desde entonces había empezado a querer a Diana.

“Tengo un presentimiento,” Emma continuó, “algo más grande y peor está por pasar. Seguí al hada cuando se fue corriendo. Sé que no debería haberlo hecho, pero – encontré este cuerpo. Y está cubierto con las mismas marcas que las de mis padres. Las mismas marcas, Diana.”

Diana se volvió a Cristina. “¿Podrías dejarnos un momento a solas, Tina?”

Cristina vaciló. Pero era una invitada en el Instituto de Los Ángeles, una joven cazadora de sombras con permiso para estar allí, estaba obligada hacer lo que le mandará el personal directivo del Instituto. Le dirigió una mirada a Emma y se alejó, donde el cuerpo aún yacía. Estaba rodeada de Hermanos Silenciosos, como una bandada de pájaros pálidos en sus túnicas de pergamino. Rociaban una especie de polvo brillante sobre las marcas o eso parecía. Emma deseó estar más cerca para poder ver.

Diana exhaló. “Emma ¿Estás segura?”

Emma se mordió la lengua conteniendo una réplica. Entendía porque Diana le preguntaba esto. Durante estos años había habido tantas pistas falsas – muchas veces Emma había pensado que había encontrado un pista o una traducción de las marcas o una historia en los periódicos mundanos – que la habían hecho equivocar.

“Es sólo que no quiero que te hagas ilusiones,” dijo Diana.

“Lo sé,” dijo Emma. “Pero no debo ignorarlo. No puedo ignorarlo. Tienes que creerme. Siempre me has creído ¿Verdad?”

“¿Acerca de que Sebastian Morgenstern no mató a tus padres? Oh, cariño, tu sabes que lo hago.” Diana acarició el hombro de Emma ligeramente. “Es sólo que no quiero que te hagas daño, y Julian no está aquí…”

Emma esperó a que continuara.

“Bueno, cuando Julian está aquí, no te haces daño tan fácilmente. Los parabatai se protegen mutuamente. Sé lo fuerte que eres, pero esto es algo que te marcó muy profundamente cuando eras niña. Es la Emma de doce años que reacciona con algo relacionado con tus padres, no la casi adulta Emma.” Diana se estremeció y se toco el lado de su cabeza. “El Hermano Enoch me está llamando otra vez,” dijo ella. Los Hermanos Silenciosos se comunicaban con los cazadores de sombras usando la telepatía haciendo que solo les escuchará aquel con quien querían hablar, aunque también aprendieron a proyectarlo para poder comunicarse con un grupo. “¿Puedes volver al Instituto?”

“Puedo, pero quisiera ver el cuerpo otra vez –”

“Los Hermanos Silenciosos dicen que no,” dijo Diana con firmeza. “Voy a averiguar lo que pueda y lo compartiré contigo ¿De acuerdo?”

Emma asintió a regañadientes. “De acuerdo.”

Diana se dirigió hacia los Hermanos Silenciosos, antes se detuvo a hablar brevemente con Cristina. Mientras Emma había ido al coche que estaba aparcado, Cristina se había unido a ella y ambas subieron en silencio.

Emma se sentó y se quedo quieta, estaba agotada, las llaves del coche colgaban de sus manos. En el espejo retrovisor podía ver el callejón detrás de ella, iluminado como un estadio de béisbol por los potentes faros del camión. Diana se movía entre los Hermanos Silencioso vestidos con sus túnicas de color pergamino. El polvo encima del suelo era blanco con el resplandor.

“¿Estás bien?” dijo Cristina.

Emma se volvió hacia ella. “Tienes que decirme lo que viste,” rogó. “Has estado más cerca del cuerpo ¿Has oído decirle a Diana algo a los Hermanos Silenciosos? ¿Son las mismas marcas?”

“No tengo que decírtelo,” dijo Cristina.

“Yo –” Emma se interrumpió. Se sentía desgraciada. Había echado a perder todo el plan, habían perdido al criminal hada, había perdido la oportunidad de examinar el cuerpo y probablemente había herido los sentimientos de Cristina. “Sé que no tienes que decírmelo. Lo siento realmente, Cristina. Nunca quise meterte en problemas. Es sólo que –”

“No he dicho eso.” Cristina buscó en el bolsillo de su traje. “Te he dicho que no tengo que decírtelo, porque quería decirte que te lo puedo mostrar. Aquí. Mira esto.” Le tendió el teléfono a Emma, el corazón le saltó – Cristina pasaba foto tras foto que había tomado del cuerpo y de los Hermanos Silenciosos, del callejón, de la sangre. Todo.

“Cristina, te quiero,” dijo Emma. “Me casaré contigo. Quiero casarme contigo.”

Cristina se rió. “Mi madre ya escogido con quién voy a casarme ¿Recuerdas? Imagina lo que diría si te trajera a casa.”

“¿No crees que le gustaría más que a Diego el Perfecto?”

“Creo que podrías escucharla gritando desde Idris.”

Idris es el país de origen de los cazadores de sombras, donde habían sido creados, donde la Clave se había asentado. Esta escondido en la intersección entre Francia, Alemania y Suiza, oculta bajo hechizos para que los mundanos no la vean. La Guerra Oscura había destrozado la capital, Alicante, todavía la estaban reconstruyendo.

Emma se rió. El alivió se expandía por su cuerpo. Tenía algo después de todo. Una pista, como diría Tiberius, el fanático a las novelas de detectives.

Echaba de menos a Ty de pronto, puso las llaves en el contacto.

“¿De verdad le dijiste al hada que habías roto con Cameron? dijo Cristina.

“Por favor, no saques el tema,” dijo Emma. “No estoy muy orgullosa de eso.”

Cristina resopló. Era muy poco femenino.

“¿Puedes venir a mi habitación cuando lleguemos?” preguntó Emma, encendiendo los faros. “Quiero mostrarte algo.”

Cristina frunció el ceño. ¿No es una marca de nacimiento extraña o una verruga? ¿Verdad? Mi abuela dijo que quería mostrarme algo una vez y resulto ser una verruga que tenía –”

“¡No es una verruga!” dijo Emma mientras conducía, introduciéndose en el tráfico, sentía la ansiedad vibrando en sus venas. Por lo general, se sentía agotada después de una pelea, le drenaba la adrenalina.

Ahora, sin embargo, estaba a punto de mostrar a Cristina algo que solo se lo había mostrado a Julian. Algo de lo que no estaba exactamente orgullosa. No podía evitar preguntarse cómo se lo tomaría Cristina.

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¡Espero que lo hayas disfrutado tanto como yo!